El Estado peruano corre un tupido velo ante la violación de los derechos de la mujer




Una década después de las esterilizaciones forzadas a mujeres peruanas bajo el régimen de Fujimori sigue reinando el silencio.


A más de 300.000 mujeres, en su mayoría indígenas, se les ha arrebatado el derecho a decidir sobre su propio cuerpo. En muchos casos, no han conseguido sobrevivir a las duras intervenciones quirúrgicas.


Ahora su futuro se vierte en manos de una justicia corrupta que no asume las consecuencias ni las responsabilidades de las vejaciones.


Mujeres como Giulia Tamayo aún continúan luchando por la defensa de los derechos de la mujer llevando a cabo investigaciones bajo amenaza.


La provincia de Anta en Perú, ha sido una de las más sacudidas en crímenes contra la humanidad. Con la llegada al poder de Alberto Fujimori en 1990, nadie se esperaba lo que las poblaciones campesinas, las más pobres e indefensas debido al acusado analfabetismo, iban a padecer con el nuevo "Plan de salud pública". Bajo este rótulo, el presidente vendía la falsa legitimidad de la mujer a interrumpir su embarazo voluntariamente. 

En 1995 comienza la pesadilla. El Estado empieza a promover el Plan de forma obligatoria, en primer lugar, a los centros de salud pública. Si los médicos no realizan de cinco a seis esterilizaciones mensuales, se rescindirá su contrato. Al mismo tiempo, si baten récord en interrupciones, se les bonificará. Así pues, mediante presión e incentivos se da lugar a esterilizaciones masivas, ya no sólo sin el consentimiento de la mujer, sino a través del engaño y la manipulación. 

Un año después, los medios locales comienzan a denunciar los crímenes (más de 80.000 ligaduras y 6.000 vasectomías), no obstante, el régimen de Fujimori lo niega alegando que aquellas mujeres pobres mienten en sus declaraciones. La fiscalía, leal al dictador, silencia las denuncias. 

Sin recursos para defenderse, las mujeres indígenas de Cusco y Anta enseñan sus rostros en reportajes como "Yermas" de Radio Televisión Española y "Nada Personal" del Comité de América Latina para la Defensa de los Derechos de la mujer, a fin de que se haga justicia. Ahora su único deseo es volver a recuperar su fertilidad, a sabiendas de que el poder hará oídos sordos, se lo piden a la tierra.






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