Las regiones Norte y Sur de Sudán se han convertido en el escenario más cruento de todo el continente. En dos guerras civiles que suman más de cuarenta años, han muerto millones de nativos a ojos de una Comunidad Internacional impasible.
Ahora los medios de comunicación señalan al conflicto étnico como la causa de todos los males, obviando el pasado de los pueblos y las numerosas disputas por el poder y los recursos naturales.
El petróleo, una vez más, el protagonista invisible de esta historia, es la mayor fuente de ingresos de ambos países, siendo sus principales clientes China y Estados Unidos.
Sudán, el país más grande de África, fue declarado en 2010, el lugar con más hambruna del Planeta.
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Hoy el punto de mira es Sudán. Situado al noreste de África, limítrofe de Egipto, Libia, Chad y Etiopía, se caracteriza por la abundante confluencia de culturas aún presentes en la actualidad.
Sudán, en árabe “Tierra de negros” estuvo sometida por egipcios e ingleses hasta el 1 de enero de 1956, fue el primer país africano en independizarse. Sin embargo, la mala administración de sus colonos gestionando Norte y Sur por separado causó una herida incurable. Mientras que la cultura árabe y el Islam se asentaban en el Norte, el Sur era la cuna de los nativos, animistas y cristianos mayoritariamente.
Separados a la fuerza, fueron unidos de la misma forma, pasando por alto las diferencias y el deseo de los pueblos. Egipto e Inglaterra marcharon sin mirar atrás dejando, a sabiendas, dos bandos enfrentados, que llegarían a las armas el mismo año de su retirada.
La Guerrilla Anyanya surgió como contestación a las represalias que sufrían los sureños por parte de sus vecinos. Jartum, la capital del Sudán unido y ahora de los norteños, se encontraba en auge, ya que el Sur al no tener acceso al mar, dependía del Norte para poder exportar el crudo. Esto conllevó a que la desigualdad se disparara hasta el punto de convertirse Sudán del Sur en tierra de esclavos.
Estudiantes del sur junto a cuerpos de defensa constituían la Guerrilla que poco tardó en amotinarse en las capitales de Torit, Juba, Yei y Maridi. No obstante, los motines fueron rápidamente reprimidos, lo que propició que las movilizaciones se trasladasen, esta vez con éxito, a las zonas rurales.
Tras 17 años de guerra y medio millón de bajas, de las cuales apenas 100.00 eran soldados, llegó el acuerdo Addis Abeba. Esta pequeña tregua no hizo más que consolidar las tensiones y el odio entre ambos bandos que, apenas una década después, se volverán a enfrentar en la Segunda Guerra Civil sudanesa.
Los testimonios recogidos por “En Portada” de Radio Televisión Española (RTVE) en el año 1986, en plena guerrilla, revelan a un Sur agónico que combate a fin de recuperar su libertad. Bajo el nombre, de Ejército de Liberación Popular, John Garang, el líder de los rebeldes, habla de términos como el de “democracia”, “elección popular”, “igualdad”... Un puñado de ideales, que según él, les fueron arrebatados injustamente por los enemigos del Norte.
Doctor John, como así le llamaban sus seguidores, no apostaba, en un principio, por la desunión de los pueblos, sino por el respeto mutuo. No obstante, habían sido demasiados los años de desconfianza y desapego cuando, dándolo todo por perdido, Garang, por primera vez, habló de Sudán del Sur como país independiente.
Con la ayuda de Rusia y países vecinos como Etiopía, el Sur consiguió estirar la guerra hasta más de veinte años. Conflicto que dejó a su paso casi dos millones de muertos y otros cuatro millones de desplazados.
El 2005 traerá consigo el acuerdo de paz, pero también la muerte accidental del hombre que luchó por las libertades de su pueblo. John Garang no llegó a tiempo de ver ondear la nueva bandera de Sudán del Sur, tras proclamarse su independencia en 2011.
Un año después del gran acontecimiento, RTVE lanza otro documental, tras más de veinte años de vacío mediático. Las imágenes muestran a obreros reconstruyendo edificios, motillos que portan carretas almacenadas de personas y sacos, niños bañándose en el río..., mientras una voz habla de “el dorado de Juba”.
Este reportaje se centró exclusivamente en Sudán del Sur, en los grandes avances de Juba, la capital del país, en las oportunidades que han aprovechado los “jubanos” al exiliarse en busca de mejor vida a Cuba, y en apenas unos trazos, en forma de testimonios, también desvelaron algunos problemas que perviven en el Sur.
La cuestión étnica
Al parecer con la independencia del Sur, la etnia dinka, la mayoritaria en esta zona, fue la más favorecida respecto a los nuer, enemigos históricos de los dinkas. No obstante, los conflictos tribales no se reducen a estas dos etnias, en todo Sudán conviven alrededor de 570 tribus diferentes.
Los principales titulares, de estos días, reflejan una lectura bastante simplista, a la hora explicar el intento de golpe de Estado que el exvicepresidente Machar, de origen nuer, cometió hace dos semanas frente al actual presidente dinka, Salva Kiir.
¿Guerra tribal o lucha de poder?
La Razón dice así la pasada semana: “Kiir y Machar aseguran que la disputa es política no tribal. Pero, lo cierto, es que la mayoría de los 45.000 civiles que buscan refugio dentro de las bases de la ONU a lo largo del país reconocen que han sido objetivo de ataques debido a su etnia”.
Esta es la complejidad negada. No hay una única respuesta, ni un único conflicto. Sudán del Sur aún está recuperándose de las heridas de la guerra, que ahora, tras esta noticia del golpe, han quedado silenciadas. Se estima que siete milicias rebeldes, asentadas en la región de Abiey, reciben favores del Norte para cometer crímenes en el Sur.
Pero más allá de la cuestión de la etnia, está la problemática que gira en torno a los recursos. Tan sólo la mitad de la población tiene acceso a agua potable. De la misma manera, muchas de las disputas tribales tienen su explicación en el ganado. La mayoría de las comunidades rurales son poblaciones ganaderas, siendo éste su único alimento.
Pero la lucha por los recursos se agrava cuando concierne al petróleo. Las capitales del Norte y del Sur, Jartum y Juba respectivamente, se encuentran en constante controversia. Tras la firma del acuerdo de paz de 2005, los ingresos por el petróleo debían quedar divididos en partes iguales. Sin embargo, desde la independencia de Sudán del Sur no han cesado las discusiones entre los dos bandos por no adaptar el acuerdo de forma equitativa.
Estados Unidos y China tendrían que decir mucho en este asunto. Son los actores que más dinero producen en ambos países, sin embargo, se mantienen sordos al conflicto, llegando hasta el punto de fomentarlo. Con la crisis económica las dos potencias tuvieron la excusa perfecta para reducir sus costes en crudo generando, así, más pobreza y más rivalidades.
La encrucijada de Sudán
Un caluroso 9 de julio de 2011 acaeció la independencia, el 98,83% de los sureños dijeron que sí. No obstante, no es propicio hablar en términos de elección cuando no existe otra salida. Si Sudán del Sur no se independizaba, como así le instaba Estados Unidos y la ONU, volvería a entrar en guerra con el Norte.La única solución al conflicto, como ya predijo John Garang, era la independencia.
Lo paradójico, es que cuando se le preguntaba a los sureños si ellos, realmente, querían ser independientes, la mayoría contestaban que no. La sociedad civil de Sudán del Sur es consciente de que ahora tiene más dificultades que antes para sobrevivir.
En lo relativo a educación tampoco se recogen los frutos de la independencia. En la mayor parte de las escuelas aún se sigue profesando el Islam y el idioma impartido es el árabe, dado que la mayoría de los profesores son musulmanes. Un velo cubre el cabello de las niñas y antes de la entrada al colegio recitan el Corán.
De igual manera, el comercio en Sudán del Sur se encuentra en manos del país vecino. Esto obliga a muchos sureños tenerse que ir lejos de sus fronteras para poder optar a alguna oportunidad laboral.
Con un 73% de población analfabeta, una única cadena de televisión ideologizada que emite sólo por las tardes, el abandono político y social por parte de los poderes políticos, la decadente inversión extranjera, la creciente pobreza y las tensiones que aún perduran....el presente de Sudán del Sur se torna más complejo que nunca, su futuro, a la par, impredecible.